lunes, 12 de mayo de 2014

Nanas de la Cebolla




La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda
          ***
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
          ***
Pero tu sangre
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
           ***
Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Riéte, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
          ***
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en  el alma al oírte,
bata el espacio.
        ***
Tu risa me hace libre,
me pone las.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
boca que vuela,
corazón que en tus labios,
relampaguea.
       ***
Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
 y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
     ***
La carne aleteante
súbito el párpado,
y el niño como nunca
 coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
         ***
Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
        ***
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
       ***
Al octavo mes ríes
con cinco azahares,
con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
 adolescentes.
     ***
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
hincando el centro.
       ***
Vuela niño en la doble
luna del pecho;
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

Miguel Hernández

Esta composición, una de las más tristes “canciones de cuna” de la llamada Generación del 36, se origina al ser el poeta capturado y posteriormente encarcelado por haber participado en el bando republicano en la sexta división. Hernández escribe a su mujer y su hijo desde prisión a raíz de recibir una carta de su mujer en la que le decía que no comía más que pan y cebolla.

En su carta explica con sutileza y maestría, cómo se siente al saberse condenado a muerte, al darse cuenta de que nunca los volverá a ver, abrazar, que no será partícipe de sus vidas, de su futuro, del crecimiento de su hijo, su evolución… morirá entre esas cuatro paredes sin poder remediarlo. A ellos va dedicado este poema.

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